Con la amplia expansión de Internet en nuestras vidas, quizá
no somos conscientes de la cantidad de información, de datos, de nuestros
datos, que circula diariamente por la red. Estamos tan acostumbrados
al uso cotidiano de la información que quizá nunca nos planteamos algunas
preguntas como ¿Qué pasa con nuestros datos? ¿A dónde van a parar? Vamos a
intentar responder esto.
Al menos a mi siempre se me plantean preguntas básicas. Confiamos ciegamente en muchos servicios que
almacenan nuestros datos personales y los cuales nos garantizan en sus
políticas de servicio cierto nivel de privacidad. Pero a la vista está que
nadie tiene una seguridad inexpugnable, ni todas las
empresas ofrecen servicios gratuitos así por que sí. En todo siempre existe una
conexión, y un beneficio.
Algunos números
Para hacernos una idea de la cantidad de datos que se mueve
actualmente, podemos echar un vistazo a los números de Facebook y Twitter:
Facebook:
- Más de 650 millones de usuarios activos.
- Cada 20 minutos, 1.000.000 links son compartidos en Facebook.
- Cada 20 minutos, 2.716.000 fotos son subidas a Facebook.
- Facebook es la segunda página web que más tráfico genera después de Google.
Twitter:
- 460.000 nuevas cuentas de media en el mes de Abril de 2011.
- 140 millones de tweets es el promedio diario.
- En Twitter se realizan al día más de 600 millones de búsquedas.
¿Dónde va a parar?
Pues tanta información normalmente va a parar a los
datacenters de las empresas que suministran el servicio, poniendo de nuevo el
ejemplo, Facebook o Twitter. Se puede almacenar desde tu perfil completo, a tus
búsquedas, en qué páginas has estado, cómo has llegado hasta alguna otra,
cookies, ip’s y en definitiva, lo que vendría a ser nuestro perfil como
usuarios y como consumidores. Pero no siempre es su destino final.
Todos
confiamos en que la información sólo se trata estrictamente con finalidades de
mejorar los servicios que usamos, pero esto desgraciadamente, no siempre es
así. Y lo peor de todo, no siempre nos enteramos.
Miles de datos en la red
Entonces, ¿Qué pasa con nuestros datos?
Siempre se ha dicho que la información es poder, es de
lógica pensar que la información también es dinero. Y está clarisimo que hay
quien sabe hacerla rentable. Cuando navegamos por internet, quizá no seamos
conscientes de todos los movimientos que hacemos, pero fácilmente se puede
hacer un resumen en el que podemos desvelar nuestras actitudes de consumo y
nuestros gustos.
Algo que hace escasamente un año reveló el periódico The
Washington Post. En un artículo descubrió que Facebook estaba vendiendo datos a
terceras empresas (por supuesto sin consentimiento por parte del usuario). Las
empresas de publicidad reciben información que puede ser empleada para buscar
perfiles individuales adecuados al producto determinado que venden. Este
artículo del periódico se centra en Facebook, pero no es la única red social a
la que se ha investigado por estas maniobras.
La cesión de datos personales a terceros no es algo nuevo
que haya surgido con internet, cualquiera ha tenido que sufrir en su casa las
insistentes llamadas de teleoperadores ofreciendo servicios hasta el
aburrimiento. ¿Cómo conocen nuestro número? ¿Porqué a veces llegan cartas de
publicidad a nuestro nombre? Pues si, también hasta hace bien poco las
operadoras de telefonía repartían nuestros datos alegremente, llevándose a
cambio algún que otro beneficio.
Remedios hasta ahora existen pocos. Aunque siempre conviene
mirarse bien los términos de servicio, (algo que casi nunca hacemos) cuando
estamos poniendo en juego nuestra información personal. Pero lo que pasa una
vez que nuestros datos se almacenan fuera de nuestro alcance y conocimiento se
nos escapa. Hay que exigir transparencia y seguridad. Eso, y leyes que protejan
nuestra privacidad, algo que parece olvidado estos días.
No todo es negativo
Y así lo demuestran acontecimientos recientes. La red ha
adquirido una importancia casi vital en nuestras vidas, y en nuestras
libertades. Porque si exigimos transparencia, no sólo ha de ser en los
servicios que utilizamos. También la podemos exigir a nuestros ayuntamientos y
a nuestros gobiernos. Así pues, a veces es bueno que circulen datos
abiertamente por la red.
Algunos ejemplos prácticos: los mapas abiertos de las
calles de Puerto Príncipe (Haití) ayudaron a que se organizara de manera más
eficiente la ayuda humanitaria cuando ocurrió el terremoto. O otro proyecto
interesante, un sitio independiente que con los datos del gobierno inglés nos
muestra cuanto presupuesto se destina a sanidad, educación, etc.
Hay en definitiva, aspectos positivos y negativos de la
circulación de datos. Lo único que es seguro es que hay que tratar nuestros
datos como si de nosotros mismos fuera, y no olvidar nuestros derechos sobre
ellos. Es necesario exigir una red neutral, y leyes que protejan nuestra
privacidad. Todavía es una incógnita que pasará en el futuro, lo peligroso es
continuar exponiendo nuestros datos, porque entonces cualquiera puede
controlarnos.
¿Los archivos que borro de mi ordenador desaparecen?
La inmensa mayoría de usuarios de soportes digitales --ordenadores, tabletas, cámaras de fotos, smartphones-- creemos que acudir al icono de la papelera es garantía suficiente para deshacernos de un archivo. Sin embargo, cuando enviamos un documento a la papelera y luego la vaciamos, lo único que hacemos es ocultar el indicador que identifica ese archivo en la memoria del ordenador, no borrar su contenido, que permanece en el disco duro, de donde es fácilmente recuperable.
Todo lo que eliminamos en nuestros ordenadores mediante los habituales sistemas de borrado queda registrado y no desaparece, ya se trate de textos, fotos, vídeos, e-mails, conversaciones de chat o el historial de navegación en internet. En la práctica, un documento grabado en un soporte digital nunca se borra.
La única manera de eliminarlo es escribiendo otro archivo encima, pero esto es más complicado, ya que nada garantiza que el nuevo documento se haya situado en el mismo lugar del disco duro donde estaba aquel que queríamos fulminar. Hay programas dedicados a sobrescribir archivos concretos, para garantizar un borrado más eficaz, pero incluso este software a veces deja intactos algunos fragmentos del documento que deseábamos hacer desaparecer.
"No hay ningún sistema que garantice al cien por cien la eliminación de un archivo en un soporte digital", aseguran Daniel Creus y Mikel Gastesi, expertos en seguridad informática y autores del libro Fraude Online: abierto 24 horas. Ni siquiera sobrescribiendo varias veces un documento encima del que queremos borrar es seguro que no quede algún dato antiguo que pueda ser recuperado.
Ni a martillazos
Tampoco romper a martillazos el disco duro o la tarjeta gráfica de una cámara evita que se pueda extraer de su interior parte de la información que albergaban. "El usuario medio no tiene conciencia del riesgo con el que convive a diario", advierten estos técnicos de la compañía de seguridad informática S21sec.
Esta propiedad resistente al borrado que tiene nuestro rastro digital da lugar a situaciones paradójicas, como las vividas por los usuarios que, al comprar discos duros de segunda mano, han accedido a información privada de sus anteriores dueños, que ingenuamente solo habían formateado estos soportes antes de venderlos.
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