Todos tenemos
gustos. Algunos nos hacen sentir orgullosos, los difundimos en nuestros
círculos de lectura y con cualquiera que nos pregunte, pero por otro lado
existen gustos de los cuales hay que hacer varias aclaratorias. Para comenzar,
cada vez que vas a admitir que te gusta esto siempre debes agregarle un
"Sonará tonto pero..." o un "Es mi placer culpable". Y sí,
se hablará de los placeres culpables en la literatura.
Cada quien es
libre de leer lo que quiera, eso está más que claro pero también hay que
admitir que algunas veces llegamos a cuestionar nuestros propios gustos
por ser vergonzosos en sí. Pero al mismo tiempo es inevitable no caer en ellos,
porque te da gusto y disfrutas de su lectura.
¿Disfrutar de
ellos está mal? Para nada, por algo te entretienen y te divierten. Lo mejor es tomarse
a la ligera este tópico y emplearlo para desligarse de la realidad o de las
complicaciones del día a día. En lo personal, recurro a ellos cuando no quiero
pensar mucho o analizar lo que leeré, también cuando necesito una distracción
rápida.
Yo tengo varios
de ellos, la lista no ha hecho más que extenderse a través de los años. Lo
mejor, es que creo que nunca me cansan, y puede que lo haga momentáneamente,
pero luego de unos meses vuelvo a ellos. En general, se trata de ciertas
situaciones dentro de varios géneros, en especial el romance. Sinceramente aquí
ente nosotros todo es en el romance jaja.
Estos son
algunos de mis placeres culpables en la literatura:
La romántica histórica
Hace más de
cinco años que leí Lo que el viento se llevó, y lo mucho que me gustó me sirvió
para buscar historias similares. Pero en vez de enfocarme en novelas de la
Guerra Civil, no, me fui a la Regencia en Inglaterra, y de allí no he podido
salir. Es increíble la cantidad de libros que he leído con este tema, y lo peor
es que ninguno se sale de la fórmula básica: gente con título nobiliario +
protagonistas que no creen en el amor = novela que probablemente Paola
lea.
Lo peor es que
ya he perdido la cuenta de todas las que he leído porque algunas son tan malas,
que ni me preocupó de reseñarlas. Sin embargo, otras me llenan tanto el corazón
de una manera tan ñoña que es difícil de explicar. No importa que lea la
fórmula una y otra vez, siempre volveré a ella. De hecho, si me canso de alguna
maratón, dejo de leer del tema por unos meses y luego pum.
Pero ¿por qué me
gustan tanto? Creo que porque sé a la perfección con lo que me voy a encontrar,
un amor real con un final feliz. Acá no hay espacios para horrores de gran
magnitud por lo general, tampoco hay oportunidad de alguna infidelidad o esas situaciones
que ponen en tela de juicio al amor. El romance es puro en su más sentido, y mi
parte cursi se alimenta de este tipo de novelas.
Aunque, como en
todo, las hay buenas, pasables y horrorosas. Para que una sea buena debe ser
divertida y contar con protagonistas sensatos y directos. Mas otras veces ni lo
uno, ni lo otro y me quedó preguntándome cuándo terminaré con este gusto.
Un excelente
ejemplo es la saga Love by Number de Sarah MacLean.
Matrimonios por compromiso que terminan en amor
Si bien puede
meterse en la categoría de arriba también, esto de los matrimonios por conveniencia
me derrite aún más cuando se ubica en el presente. Sé que es algo vergonzoso
pero eso de ver cómo dos personas que se ven obligadas a casarse van a desarrollando
sentimientos uno por el otro, me trae muerta de amor.
Si se desprecian
al inicio mucho mejor, mientras más culebrón sea la situación mejor, mucho
mejor.
Pero eso sí, la
razón por la que se casen debe resultar creíble. Y ahora ustedes se preguntaran
pero ¿quién se casa por obligación en
estos días sin ser idiota? Pues los que se casan para recibir herencias
millonarias, residencias, la aceptación de la familia. Ajá, por algo el tema es
sobre placeres vergonzosos.
Si también se
llega a la sub trama del embarazo, nada para unir mejor a una pareja que un
embarazo sorpresa. Eso sí, hay que tener cuidado con que no sea una de esas
novelas que traten el tema de modo realista, que si le metemos el factor de
realismo quizás nos topemos con una madre soltera. Y eso no es nada romántico,
aunque sí muy realista, la verdad.
Ejemplo de esto
está en El Contrato de Catherine Bybee.